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Bel, el pueblo con casas de piedra


En la Tinença de Benifassà
Bel, el pueblo con casas de piedra
Los árabes fueron quienes se establecieron en el lugar que hoy ocupan las casas de Bel. No es de extrañar, porque el dominio del territorio desde este espacio elevado es notable, ya entrados en la Tinença de Benifassà. El rey Jaime I lo conquistó. Así, formó parte de la Orden de Montesa después de estar bajo el dominio del monasterio de Benifassà, como el resto de los habitantes del entorno. Se anexionó a Rossell en 1971, pero siempre había sido una villa independiente.
El nombre del pueblo parece estar relacionado con la lengua vasca, y significa ‘negro’, adecuado si se tiene en cuenta el color oscuro de la roca.

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La nevera de Bel, justo antes de llegar.
El viaje hacia Bel
Vale la pena recorrer los veinte minutos en coche desde Rossell para ir a Bel, la pedanía insertada en el parque natural de la Tinença de Benifassà. Acompañan el viaje el romero florido, el tomillo limonero y las aliagas abundantes. Y los rebaños de vacas que pastan mansamente por los prados. A medio camino verás una estampa bucólica del núcleo de Rossell, con el campanario que sobresale y el paisaje de carrascas, la roca gris y los riscales al fondo.
Bel se descubre entre las carracas a la derecha de la carretera que sube de Rossell. Justo antes de llegar, un cartel indica el sendero que desciende a la nevera. Vale la pena visitarla.
Estructura de piedra en seco para tener hielo
La nevera de Bel
Los restos de la nevera de Bel, hundida en la umbría, te mostrarán cómo lo hacían los belenses para tener hielo durante todo el año. Hay una estructura redonda enmarcada por una cuadrada, toda de piedra en seco. Actualmente tiene el techo hundido, pero igualmente se puede adivinar la forma de la nevera.
En el caminito que desciende abrupto hasta la nevera descubrirás hierbas medicinales, que debieron de utilizar los belenses en caso de necesidad.


Las casas de toda la vida
Dos calles y una plaza
Llegar a Bel es ver dos calles y una plaza. En la plaza Mayor encontrarás la iglesia de Sant Jaume, que te recibirá con dos relojes de sol, uno de los cuales del año 1800. La calle del Sol cierra Bel por la parte sur del pueblo y acumula los patios de las casas. Por ahí entraba el ganado.
Si paseas por la calle Mayor, las casitas de piedra te acompañarán hasta el mirador. Las barandillas, en vez de hierro eran de madera, pero salvo esto, parece que se mantiene el estilo de las casas de toda la vida. Los dinteles de madera, las puertas macizas, las vigas que sujetan los tejados… todo te transportará al pasado.
Ofrece vistas de la montaña
El mirador
El mirador, al final de Bel, ofrece vistas a las diversas terrazas con las que se divide la montaña con los muros de piedra en seco. Los bancales dibujan el paisaje característico en verdes y marrones. Si vienes en otoño, verás los arces, que destacan del carrascal por la nota de colores amarillos o anaranjados.


De origen medieval
La iglesia
La arquivolta que enmarca la puerta de la iglesia de Sant Jaume, en su lateral, indica que se trata de un bonito ejemplo de edificación románica. Se la data de mediados de siglo xiii, tiene una sola nave y la acompaña un campanario de tres cuerpos acabado con una cubierta piramidal. En lo alto de las escaleras que te harán llegar a la puerta está la entrada del cementerio, que se mantiene en su posición histórica.
Fíjate en la argolla de la puerta de la iglesia, en los tréboles de cuatro hojas del arco y en los relojes de sol, al lado sur.
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